Los hombres que se van...

Las generaciones que han partido, dejaron una enorme responsabilidad en los hombros de las siguientes, todas han recorrido un camino difícil, diferentes etapas de crecimiento, las cuales en todas apremio el hambre de experiencias nuevas pero sin detenerse a pensar sobre la gula etérea; no se reflexionó, no se planeo ni se vivió, solo se actuó de acuerdo a pensamientos y conjeturas irreales, nublando su juicio, convirtiendo a los destinados sabios y cultos, en prematuros jóvenes que fueron lanzados a un mundo que se torno cada vez mas frió y que empeoró poco a poco desde la primera generación que se esmero en cambiarlo, dejando bases flojas para la construcción de un fututo prospero.

Años atrás, todos empezamos a escuchar comentarios de personas abatidas por un pasado difícil y acabado, comentarios alentados por un ideal y que estaban basados en la esperanza de una nueva era, fruto del esfuerzo y esmero, de la voluntad y dedicación, que normalmente traen consigo las renovadas brisas de una generación venidera. Con el pasar de los años se ha debido sembrar en nuestra mente la tan añorada madurez que, en estos tiempos, es indispensable para la edificación de una comunidad unida y enfocada en dos objetivos primordiales, la paz y el desarrollo.

Ahora, los acontecimientos que se muestran en nuestros medios de comunicación, el resultado de la convivencia en un ambiente de desconfianza y competitividad mal llevada, resulta dañina no solo para otros sino para nosotros mismos; este hecho nos hacer llegar a la conclusión de que el anhelo de un mejor futuro compuesto por las nuevas mentes de nuestros tiempos, mas que necesario, es impostergable.

Con la llegada del nuevo milenio se establecieron dos cosas; la primera fue el golpe de conciencia de aquella generación que no pudo arreglar sus conflictos con armas, de aquella generación que no se molesto en pensar que tipo de terreno estaban preparando para el tipo de semillas que querían sembrar. Lo segundo fue el afloramiento de algo nuevo, de algo necesitado de conocimientos tanto futuros, para encarar nuevos retos, como pasados para entender y prevenir lo que jamás deberá volver a acontecer. Ese algo fuimos, somos y seremos nosotros, los jóvenes.

No estoy en la capacidad de predecir el futuro, pero de alguna manera veo en los ojos de muchos el deseo de forjar el destino y cambiar la historia, la capacidad de convertirse en el cambio que, desde hace tiempo, es tan necesario. En el camino nos daremos cuenta de que el peor de los miedos es no conocernos a nosotros mismos, el peor error, construir barreras que separen a nuestros semejantes y por tanto a nuestros objetivos. No equivoquemos nuestra misión que, por mas que halla sido dada por los menos indicados, es una de las ultimas oportunidades que tenemos de ser diferentes.

Estoy convencido de que el futuro que nos espera será, más que todo, interesante, los retos que se nos planteen serán superados y los problemas resueltos ya que somos la experiencia del pasado y la renovación del futuro, pero siempre teniendo en cuenta lo mas importante; el pasado ya se ha ido, el futuro es incierto, cada día que se nos otorga es un regalo, es por esto que se le llamo presente. Gracias a todos por escucharme y espero mis palabras tengan eco en vuestra conciencia y repercusiones favorables en el día a día de todos nosotros.

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